sábado, 23 de agosto de 2014

"Los inviernos y tus ojos ya no los hacen como antes"

Esta es la carta que cuenta que cuenta que te fuiste un jueves diecinueve por la noche. Tuvimos una despedida triste. Y lo único que nos quedó fue las ganas de hacer(nos) el amor. A día de hoy sigo pensando que a cualquiera le gustaría estar en mi lugar. Enamorada de un muso al que le inspiran las botellas rotas de un bar y tus ojos son lo más parecido a dos faros en alta mar. Pienso, mejor creo que al final acabaremos locos de amor y con ganas de destrozarnos. Me gustaría ser tantas cosas contigo. Primero, ser la almohada que roza tu cara de madrugada, a la que le digas un poquito más. También, ser la sangre que corre dentro de ti. Eh, no te me escapes. Te quiero kamikaze. Pienso en un futuro y te veo a ti conmigo cruzando semáforos en rojo, mientras nos gritan que estamos locos. De amor. Veo tantos paisajes contigo que acabo mareada.Temo por mi vida cada vez que siento tu presencia. Pero, que sería del amor sin eso. De eso se trata; de morirse con la otra persona en cada mirada. A estas alturas ya no tengo miedo a los precipicios, si ya he estado en lo más alto de tu espalda. Tampoco tengo miedo a la oscuridad si ya he rozado el color de tu pelo. Y si todavía dudas, prueba a hablar de nosotros en pasado como si hubiéramos llegado a ser algo. Te mentí cuando dije que no podría enamorarme de un monstruo como tú sin sentimientos. Te mentí tantas veces que no recuerdo cuando dije de verdad que te quería. Ahora entiendes el porqué de todo esto. Gracias. Porqué contigo no han habido lágrimas sin sonrisa, y eso a día de hoy es un privilegio. Es un privilegio de no arrepentirse de nada, porque la gente se arrepiente más de lo que es capaz de reconocer solo por no saber vestir bien que se aprende algo entre error y error. Es la última carta que voy a escribirte. Y ya van miles.









sábado, 12 de julio de 2014

"Su truco fue que no le hizo falta hacer magia"

Todo ocurrió hace unos días. Esa chica con la que comparto tanto, empezó a quererse desde sus ojos. Es la típica acomplejada hasta del color tierra de sus ojos que causan más vértigo que un propio precipicio. Y sus labios son la curva perfecta de una sonrisa rota. Siempre la he oído quejarse de sus ojos y de su pelo, del resto sabe que tiene que convivir con ello quiera o no. Dice que sus ojos son normales, marrones aclara. Que por ser así ya no tienen nada de especiales, y le duele. En cambio, los de su madre le recuerdan al agua de las playas de países tropicales y por tanto le reconcome la envidia. Se enfada con su padre por haber tenido los ojos oscuros; ya que estos predominan en la genética humana. Pero, su madre siempre le recordaba que lo importante iba por dentro, porque lo de fuera con el tiempo se pudre y lo de dentro permanece. Que como bien había dicho ella su truco fue que no le hizo falta hacer magia. Después de un tiempo insistiendo en que sus ojos eran especiales no por ser marrones, descubrió que brillaban de una manera un tanto especial. Entonces, se dio cuenta de que el demonio que llevaba dentro había salido para dejarla sonreír y fue un precio muy alto por el que había pagado. Aún me queda un poco por escribir y no he nombrado al hombre de su vida, vamos a hacer que lo ha olvidado y ya no lo quiere en su vida. Digamos que ha descubierto otros ojos marrones con la misma intensidad que los suyos, pero no hacen daño; estos hacen cosquillas en el paladar y hacen reír hasta el hombre de negro. Su forma de guardar respeto cuando está su padre delante demuestra que la educación es algo con lo que se nace de serie. La forma en que gesticula y va contando los lunares de mi clavícula uno a uno, mientras se abre de par en par como una ventana e indaga en mi corazón para saber que parte de mí se acuerda de él. Porque él es lo más parecido a un huracán de emociones en el que te deja el corazón patas arriba mientras que te susurra al oído que para querernos seguramente tengamos que destrozarnos antes.

viernes, 20 de junio de 2014

Feliz cumpleaños, C̶o̶r̶a̶z̶ó̶n̶.

Quién diría que ya no eres ese niño con la cara llena de harina y riéndose mientras su madre le regaña. Confieso que me he enamorado de ese niño desde hace tiempo. Esa cara es la que quiero que algún día, lejano; tengan mis hijos. Quiero contarles que su padre ha sido un niño de sonrisa fácil, y con eso me refiero a que ha hecho sonreír a todo ser humano que hay en la tierra. También que sus ojos han quitado el sueño a muchas mujeres, pero que solo a una la a hecho dormir. Sumaría, que su pelo ha sido el único lugar donde me quedaría a vivir de por vida. Sus manos serían ese objeto valioso agarrado a mi cuello durante horas. Y finalmente, sus labios diría que son a lo único que le tengo miedo, miedo de que no me besen. En todas esas opciones quiero ser yo, por eso hoy estoy aquí para felicitarte y algo más. Vengo a contarte que no soy la misma desde que no estás. Me mata por dentro tenerte delante mía a dos sillas de distancia y no poder mirarte a los ojos o a dónde sea; pero mirarte. Porque si lo hiciera tendrías que coger mi corazón y quedártelo o tirarlo. Ya no me serviría de nada, es tuyo. Le has enamorado y se ha declarado. O mejor dicho, se ha suicidado por ti. Perdónalo, es ingenuo no sabe lo que hace. Algo tenemos los dos en común.
También vengo a pedirte perdón por la estupidez que hice. Lo siento. No era mi intención. Tenía tantas ganas de que fueses mío que haciendo eso creía que engañaría a cualquiera, pero no; me engañaba a mí misma. Que era peor. Por eso vengo a pedirte, que por una vez te pongas en mi piel. Ver que lo que siento no es mentira, y menos si ya llevo así cuatro años. Que mi fuente de inspiración eres tú, que no necesito muso si te tengo a ti. He intentado de todas las formas posibles que una persona puede para olvidarse de otra. Pero, no he querido. Soy masoca, porque me recuerda a ti. Porque el dolor inspira, y también porque el verdadero amor es aquel que aún sufriendo lo inhumano se sigue queriendo, y me arriesgaría a decir que aún más. Te juro que me han echado mil broncas por quererte, por llorarte y a mí me daba igual. Porque nadie va a hacerme reír si no es tú risa. Mi amor eres esa enfermedad que llaman felicidad y ala que me gustaría ser enferma terminal. Por último, quiero que recuerdes la última discursión que tuvimos. Sé que no es agradable, porque mira donde acabamos. Dijiste que no te creías que te quería, que era algo imposible. Yo vomité mis sentimientos por ti con el fin de que creyerás que era cierto. Serio y tajante dijiste que no te creías una palabra. Desde entonces, aquí escribo todo lo que algún día tuve pensado decirte esa vez.


domingo, 13 de abril de 2014

"Porque tú haciéndolo lo peor posible lo hiciste mucho mejor que el resto"

Ayer he ido en busca de un corazón nuevo. O mejor dicho he ido a comprármelo. No iba sola. Mi madre me acompañaba. Nos montamos en el coche y fuimos hacia el Carrefour. Por el camino, me fue comiendo la cabeza. Bombardeándome las ideas y los putos sentimientos. Como si ya no tuviera suficiente con los míos. Sé que una madre en estos casos tiene que hacer esto. Es ley, ley de madres. Todas son iguales. Quieren lo mejor para nosotros sin saber que nosotros queremos lo que nos hace daño, porque de alguna manera nos gusta. Nos pone cachondas la idea del amor. Llegamos a la puerta del Carrefour y mi madre me agarró la mano, como sinónimo de "estaré contigo hoy, mañana y siempre" Eso me tranquilizó un poco, pero los nervios seguían ahí. No estaba segura de hacerlo. Tenía miedo. Me senté en un banco y le expliqué a mi madre lo que me dolía. Le cogí su mano derecha y la acerqué al lado izquierdo de mi pecho. Eso era lo que me dolía. En cuanto lo tocó, notó que estaba roto; que los pedazos estaban mal pegados. Propio de un chapuzas del amor como tú. Enseguida lo entendió. En más de una ocasión se contuvo la lágrimas, porque como todos sabemos son contagiosas. Llora uno, lloramos todos. Ese día fue el mejor ejemplo de batalla entre cabeza-corazón. Él me había roto de la mejor manera en que se puede romper a alguien y dejarlo echo trizas. Soy masoca. O simplemente es que le quiero hasta los extremos. De ahí que los extremos nunca son buenos. Pero, lo que nunca perdonaré en la vida, es que a mi madre de entre tantas cosas sucias y rotas que me encantaban, no me haya tirado el corazón.
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viernes, 21 de marzo de 2014

"Independiente 1. adv. m. Con dependencia. Dependiente de eso"

Hoy, cierta persona me ha explicado el significado de unión. Y voy de lista y f(c)allo. Como siempre. Me ha explicado que la unión, no solamente se trata del conjunto de dos personas. Si no, que es la letra pequeña de las condiciones que nunca leemos, pero si aceptamos. Porque se trata de ser libres, dentro de una cárcel. Pocos lo entienden. No todos tenemos una doble visión de las cosas. Pocos son los privilegiados que la tienen. Mejor dicho, somos. Pocos pueden ver que dentro de la palabra problema, se encuentra la palabra poema. No es casualidad. En el mundo de la poesía, las casualidades no existen. Ni, que en la palabra parejas si quitas "pa" queda rejas. Y realmente por algo será. Y si nos dejásemos de tanto reñir, daríamos con la clave. Que sería reír, que buena falta nos hace. Y si al de la izquierda le quitamos "co" solamente queda razón. Eso que todos perdemos cuando nos enamoramos, o que ya no tenemos. Y si escribes amar al revés, resulta la parte principal de un árbol. Y si a la palabra independiente le quitamos "in" nos queda dependiente. Que parecen contrarios y lo son, por lo menos en el campo del léxico. Pero, si hablamos de poesía tenemos una palabra que significa lo mismo. Una persona independiente es aquella que supuestamente no depende de nadie. Pero no nos engañemos; por naturaleza la palabra independiente lleva incluida la palabra dependencia. Lo que yo decía, al final somos el pez que se muerde la cola. El clavo que saca otro cabo al que atarse.

lunes, 3 de marzo de 2014

"Escribo con la intención de desahogarme o ahogarme, no sé"

Vengo con las manos vacías de esperanza pero llenas a rebosar de sentimiento, como siempre. Vengo recordándote desde hace cuatro ausencias y no veas como cala. Perdóname, ha sido idea mía contar tus idas y venidas de esa manera. Así parece menos doloroso, más poético. Ya sabes. Estas ciclogénesis explosivas no han sido más que la manera que tengo de (des)ahogarme. Y solo ha sido el comienzo, así que prepárate. Dicen que después de la tormenta viene la calma. Pero, en este caso ha sido una detrás de otra. Y la anterior a la anterior, ha sido peor que la primera. No duele si no estás, sino que duele si vuelves. No es lo mismo. No te equivoques. Hay días en los que lo único que me salva la vida es dejar los dedos pasear por el teclado y que ellos solos hagan el trabajo. En más de una ocasión me he propuesto dejar este pequeño mundo en el que me sumerjo durante un par de horas. Pero, es la única manera que tengo de ahogarme en los recuerdos y que quede bonito, sin que hieran a nadie. Me gustaría que dentro de doce primaveras alguien encontrase esto (y ese alguien fuese yo), y tuviese el valor de ponerle título a todo este (des)orden y lo publicase. Que cuando ciertas personas lo leyesen, supieran que papel desempeña cada uno. A uno de los personajes le han dado el papel equivocado y la obra ha dado un giro de trescientos sesenta grados. Tenían que darle el papel de antagonista y le dieron el de protagonista. Que en mi obra, viene siendo lo mismo. Mires por donde lo mires. En realidad escribir es un modo de poner en orden los sentimientos, aunque ponerlos en orden no significa que no duelan.

sábado, 22 de febrero de 2014

"Suelo acelerarlo todo, por mis ganas de sentir"

Hoy he vuelto a recordar lo que era estar buscando a alguien inesperadamente bajando las escaleras. Lo que era tener nervios, apretándote el estómago haciéndose notar. Lo que era estar pendiente del móvil para recibir un mensaje que diga que ya ha llegado. Lo que era quitarse el pintalabios para no dejar huella en su limpia cara. Lo que era sentir su respiración en mi cuello después de una agonizante espera. Lo que era sentir su barba rozándose con mis coloradas mejillas. Lo que era saber que cuando él está, se nota. He echado de menos, hasta el mínimo detalle. Su manía de abrirme la puerta del coche, antes de entrar. De preguntarme cada dos segundos si estoy bien, porque se preocupa por mi (in)estabilidad. La costumbre de agarrarme la mano mientras conduce, como si pudiera salvarlo del golpe. De bajar el seguro del coche por miedo a que me fuera a escapar, pero cariño si yo he sido quién ha entrado en la boca del lobo y me he vuelto una oveja estúpida y tu un lobo masoquista y morboso. Y de abrir muy poco la ventana, por miedo a que el aire robara algún suspiro que relacionas con mi (in)sensibilidad. Pero, realmente lo que eché más en falta fue que alguien me mirase, y al instante pasase de ser adjetivo a adverbio. Non hay mejor sensación que esa. Lo peor ha sido ese momento, cuando no sabía que decir y me quedé callada. Tú te diste cuenta y me agarraste el brazo como sinónimo de estoy aquí, no tengas miedo. Di cualquier tontería, me gustará; sea cual sea. Ríete tanto hasta que te despeines, como si un huracán empezara en tu pelo y acabase en la punta de mis dedos. Llora si lo necesitas, pero recuerda que estaré yo ahí detrás de cada ojera diciéndote que aún así sigues brillando más que las calles de Manhattan. Me hablaste de tu vida en esa ciudad, donde estás aprendiendo a ser (in)dependiente de mí. Y se me han puesto los pelos de punta. He soñado que estabas solo con una cerveza en la mano y fumando. Si no mal recuerdo, las vistas eran hacia esa ciudad a la que yo firmaría por hacerle el amor, como a ti. Y contarle las grietas de la carretera, o los lunares de tu espalda. Llámalo como quieras. Lo peor ha sido ese último escalofrío, ese que al oído me dijo que ya no recordaba que no era capaz de mantener la mirada de un hombre más de tres segundos sin sonreír y agachar la cabeza. Jaque mate amor.

lunes, 10 de febrero de 2014

"Recovery"

Hoy vengo a hablaros de querer y poder. Suena raro, lo sé. Ya que normalmente suele decirse querer y no poder. Pero hoy, me he propuesto romper esa regla. Y la verdad es que no me va nada mal. He pasado por situaciones en las que estado en el punto de mira. Pero, mírame sigo viva. Y eso es lo único que he aprendido a día de hoy. A vivir, no a sobrevivir. He estado en azoteas con la intención de tirarme de cabeza y lo único que he hecho ha sido perderla. Llega un día como el de hoy, en el que has tenido tanto tiempo para pensar que decides que algo tiene que cambiar. Que estás cansada de esta rutina y de esta puta monotonía que te amarga la existencia. Que deberías exprimir los días como si estuvieras a pocos segundos de correrte de tanto quererle. Nunca me gustó la lluvia. La odiaba a matar. Ahora que llevo tanto tiempo colgada de las gotas que se precipitan por mi ventana, me recuerdan a mí. A esa azotea. Odiaba los domingos como cualquier adolescente con su resaca del día después. Se me hacían pesados, agonizantes y aburridos. En cambio hoy, son un trago de paz para mi garganta que solo tiene ganas de gritar. De gritar poesía. No de que vuelvas. No te equivoques. Son el suspiro profundo justo después de follar. Son la introspección hacia mi subconsciente, dónde puedo ver a cámara lenta el paso de la semana. Pararla y reírme de todo lo que me salga de la gana y llorar por lo que merezca la pena. Y recalco, no río gracias a ti, ni lloro por ti. Llevo tiempo sintiéndome tan bien , que tengo miedo. Miedo, a que esto vaya a más y no poder controlarme. En casa están sospechando de si tomo o no drogas. Me decanto por la primera. Nunca he llegado a sentirme como siento en este momento. No hay razones aparentes por las que pueda estar así. No me ha tocado la lotería, no me han comprado un billete de ida a Nueva York ni me he largado de este puto pueblo. Pero, sonrío y eso en estos momentos que corren vale mucho más que todos vosotros. Siempre nos hemos llevado mal. A él le gustaba mucho. Yo, en cambio lo odiaba. Manteníamos una relación amor-odio un poco inestable. Había días dónde no nos poníamos de acuerdo en que hacer o que llevar. Me daban ganas de matarlo. Pero, no lo hacía. Solamente lo miraba y lloraba. Yo no sabía que a quién odiaba era a mí misma. Ahora en cambio hemos hecho las paces y nos hemos declarado amor eterno. Soy la primera que se levanta, le da dos besos o tres y le dice lo mucho que le quiere antes de irse al instituto.Madurar también es plantarte en frente al espejo y poder mirarte sin sentir vergüenza. 

sábado, 25 de enero de 2014

Complejo fallido de Electra.

Suena la alarma del móvil a las tres de la tarde, y eso me recuerda a que tengo que pasar los apuntes de historia. Después de dos horas conviviendo con Hitler, siento que por fin he acabado y puedo tomarme un descanso. Me levanto, salgo de mi habitación, atravieso el salón y bajo por las escaleras hasta la cocina. Mi intención es hacerme un café bien cargado y tomármelo en mi habitación contemplando como mis ganas de que vuelvas, aumentan por segundos. Me acoplo en la silla que tengo en el escritorio, la giro en dirección a la ventana y pienso en todo lo que pudo haber sido y no fue. El corazón estuvo a punto de darme un vuelco y de encogerse, pero estabas tú ahí para impedirlo. Me puse de pié, enfrente de la ventana y ahí estabas tú, cortando las rosas que a mamá tanto le gustaban y por eso ponías tanto empeño en tenerlas bien cuidadas para que estuviese contenta. Apoyé la cabeza contra la ventana y sonreí como una niña, tu niña. Nunca me había fijado en esa faceta tuya de hacer feliz a la gente sin hacer nada, porque en este caso era así. Quizás fuese yo, que ese día estuviese demasiado sensible; pero me extraña. Estuve un buen rato mirando como trabajaba, como acariciaba las rosas sin miedo a las posibles espinas, como sonreía sin motivos y como sus ojos a pesar de estar estropeados a causa de las gafas brillaban más que un faro en alta mar. Hombre trabajador, luchador, soñador y al que la vida no le ha regalado nada. Esa podría ser su definición. Nunca le pregunté como había conocido a mi madre, ni tampoco si estaba contento de haber tenido una hija como yo. Pero, a estas alturas no hacía falta respuesta; estaba todo dicho. Que madre solo hay una, pero padre también. No lo olviden. Llevaba tanto tiempo enfrente de la ventana, que me había visto fuera de mi. Gritó preguntándome que hacía ahí. Abrí la ventana y le dije que le quería. Ante mi reacción se quedó un poco aturdido, no se esperaba esa respuesta. Solo agachó la cabeza, sonrió y me contestó que el a mí también.

viernes, 17 de enero de 2014

"Y si no viene un rayo a partirme podrías venir tú, que sabes bien lo que hacer con estos destrozos"

Y hoy las únicas caricias que me hacen compañía son las que me hace mi madre cuándo me tumbo encima de su regazo, para que me dé algo de mimos o que simplemente me deje querer por alguien. Ya que ni yo misma soy capaz de hacerlo. Algo que es tan básico como respirar, y mira como cuesta. Vengo a hablar de ti, otro día más. Pero no el último, no nos engañemos. Aquí aún queda mucho que escribir, o por lo menos es lo que tengo en mente. Te impresionaría la facilidad que tengo para escribir sobre ti. Ni yo misma me lo aguanto. Pero me duele que solo me pase contigo, que no sea capaz de escribir sobre nadie más que no seas tú, o de las cosas que te componen. Que estos días de lluvia me han hecho reflexionar. Es increíble como cambian las cosas, de verdad. Nunca me han gustado los días de lluvia, en cambio hoy por hoy los quiero a matar, como a ti. Mira qué casualidad. Que has tergiversado las cosas de una manera, que aún puedo sentirlas aquí, donde duele. Siempre me gustaron los días de sol, sí de ese ojo que brilla en el cielo. Y hoy todo lo contrario. Prefiero los días negros, que me recuerdan al color de tu pelo resbalando por mis manos. A tus ojos, esos en los que tantas veces me miré para peinarme. Porque sabía que esos ojos no me mentirían nunca. Me gustan porque puedo encerrarme en mí, o en un nosotros en pasado. No sé. Y revivirlo todo otra vez, como si fuera un mal sueño del que me levanto a las cuatro de la mañana, para ver si sigues a mi lado. Respirándome fuerte, en toda esta indecisión.

miércoles, 1 de enero de 2014

Stay Strong.

Nunca una frase ha marcado tanto mi vida. Durante todo este tiempo han pasado por mis manos un montón de frases, y por mi mente ya ni hablemos. Pero, solo una ha llegado a significar algo. Pensé que con el tiempo se me pasaría la obsesión que tengo con esa frase, pero me he dado cuenta de que no. De que sigue en mis planes cada día. Que aunque no la llevo donde a mi me gustaría, la tengo escrita por todos lados. Para muchos no puede decir nada, pero para mi lo dice todo. Muchas veces las palabras por si solas no dicen nada, pero si las analizas durante un tiempo; puedes descubrir que dicen más de lo que crees, y que finalmente siempre acaban teniendo razón. Igual que dicen que estamos predestinados a alguien, porque sí; porque las cosas por norma general deben suceder así. Pienso que de igual forma estamos predestinados a que una frase, o simplemente una palabra nos identifique. Las circunstancias de la vida, son las que nos van cambiando y por lo tanto nos van definiendo como persona. Cada uno tiene su forma de ser y de expresarse. Eso mismo hacen las frases o palabras a las que nos atamos, se parecen tanto a nosotros que intentamos tener un vínculo con ellas. Sin saber que desde un principio, son ellas las que intenta vincularse a nosotros; agarrándose a algo por lo que tirar y sacar provecho. La frase que yo he escogido ha sido "mantenerse fuerte". Por un momento no sabía el significado de ser fuerte, o como mucho lo asociaba a las personas que hacen halterofilia. No creía que ser fuerte era, mantenerse en pié a pesar de todas las caídas. Pensaba que solo era cosa de poetas desolados porque se les había acabado la última gota de ginebra, un sábado por la noche. Sé que aún me queda mucha vida por delante, pero si algo tengo claro es que esa frase estará marcada en piel. Puede que no sea hoy, ni mañana. Pero, algún día lo estará.