viernes, 20 de junio de 2014

Feliz cumpleaños, C̶o̶r̶a̶z̶ó̶n̶.

Quién diría que ya no eres ese niño con la cara llena de harina y riéndose mientras su madre le regaña. Confieso que me he enamorado de ese niño desde hace tiempo. Esa cara es la que quiero que algún día, lejano; tengan mis hijos. Quiero contarles que su padre ha sido un niño de sonrisa fácil, y con eso me refiero a que ha hecho sonreír a todo ser humano que hay en la tierra. También que sus ojos han quitado el sueño a muchas mujeres, pero que solo a una la a hecho dormir. Sumaría, que su pelo ha sido el único lugar donde me quedaría a vivir de por vida. Sus manos serían ese objeto valioso agarrado a mi cuello durante horas. Y finalmente, sus labios diría que son a lo único que le tengo miedo, miedo de que no me besen. En todas esas opciones quiero ser yo, por eso hoy estoy aquí para felicitarte y algo más. Vengo a contarte que no soy la misma desde que no estás. Me mata por dentro tenerte delante mía a dos sillas de distancia y no poder mirarte a los ojos o a dónde sea; pero mirarte. Porque si lo hiciera tendrías que coger mi corazón y quedártelo o tirarlo. Ya no me serviría de nada, es tuyo. Le has enamorado y se ha declarado. O mejor dicho, se ha suicidado por ti. Perdónalo, es ingenuo no sabe lo que hace. Algo tenemos los dos en común.
También vengo a pedirte perdón por la estupidez que hice. Lo siento. No era mi intención. Tenía tantas ganas de que fueses mío que haciendo eso creía que engañaría a cualquiera, pero no; me engañaba a mí misma. Que era peor. Por eso vengo a pedirte, que por una vez te pongas en mi piel. Ver que lo que siento no es mentira, y menos si ya llevo así cuatro años. Que mi fuente de inspiración eres tú, que no necesito muso si te tengo a ti. He intentado de todas las formas posibles que una persona puede para olvidarse de otra. Pero, no he querido. Soy masoca, porque me recuerda a ti. Porque el dolor inspira, y también porque el verdadero amor es aquel que aún sufriendo lo inhumano se sigue queriendo, y me arriesgaría a decir que aún más. Te juro que me han echado mil broncas por quererte, por llorarte y a mí me daba igual. Porque nadie va a hacerme reír si no es tú risa. Mi amor eres esa enfermedad que llaman felicidad y ala que me gustaría ser enferma terminal. Por último, quiero que recuerdes la última discursión que tuvimos. Sé que no es agradable, porque mira donde acabamos. Dijiste que no te creías que te quería, que era algo imposible. Yo vomité mis sentimientos por ti con el fin de que creyerás que era cierto. Serio y tajante dijiste que no te creías una palabra. Desde entonces, aquí escribo todo lo que algún día tuve pensado decirte esa vez.


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