sábado, 25 de enero de 2014

Complejo fallido de Electra.

Suena la alarma del móvil a las tres de la tarde, y eso me recuerda a que tengo que pasar los apuntes de historia. Después de dos horas conviviendo con Hitler, siento que por fin he acabado y puedo tomarme un descanso. Me levanto, salgo de mi habitación, atravieso el salón y bajo por las escaleras hasta la cocina. Mi intención es hacerme un café bien cargado y tomármelo en mi habitación contemplando como mis ganas de que vuelvas, aumentan por segundos. Me acoplo en la silla que tengo en el escritorio, la giro en dirección a la ventana y pienso en todo lo que pudo haber sido y no fue. El corazón estuvo a punto de darme un vuelco y de encogerse, pero estabas tú ahí para impedirlo. Me puse de pié, enfrente de la ventana y ahí estabas tú, cortando las rosas que a mamá tanto le gustaban y por eso ponías tanto empeño en tenerlas bien cuidadas para que estuviese contenta. Apoyé la cabeza contra la ventana y sonreí como una niña, tu niña. Nunca me había fijado en esa faceta tuya de hacer feliz a la gente sin hacer nada, porque en este caso era así. Quizás fuese yo, que ese día estuviese demasiado sensible; pero me extraña. Estuve un buen rato mirando como trabajaba, como acariciaba las rosas sin miedo a las posibles espinas, como sonreía sin motivos y como sus ojos a pesar de estar estropeados a causa de las gafas brillaban más que un faro en alta mar. Hombre trabajador, luchador, soñador y al que la vida no le ha regalado nada. Esa podría ser su definición. Nunca le pregunté como había conocido a mi madre, ni tampoco si estaba contento de haber tenido una hija como yo. Pero, a estas alturas no hacía falta respuesta; estaba todo dicho. Que madre solo hay una, pero padre también. No lo olviden. Llevaba tanto tiempo enfrente de la ventana, que me había visto fuera de mi. Gritó preguntándome que hacía ahí. Abrí la ventana y le dije que le quería. Ante mi reacción se quedó un poco aturdido, no se esperaba esa respuesta. Solo agachó la cabeza, sonrió y me contestó que el a mí también.

viernes, 17 de enero de 2014

"Y si no viene un rayo a partirme podrías venir tú, que sabes bien lo que hacer con estos destrozos"

Y hoy las únicas caricias que me hacen compañía son las que me hace mi madre cuándo me tumbo encima de su regazo, para que me dé algo de mimos o que simplemente me deje querer por alguien. Ya que ni yo misma soy capaz de hacerlo. Algo que es tan básico como respirar, y mira como cuesta. Vengo a hablar de ti, otro día más. Pero no el último, no nos engañemos. Aquí aún queda mucho que escribir, o por lo menos es lo que tengo en mente. Te impresionaría la facilidad que tengo para escribir sobre ti. Ni yo misma me lo aguanto. Pero me duele que solo me pase contigo, que no sea capaz de escribir sobre nadie más que no seas tú, o de las cosas que te componen. Que estos días de lluvia me han hecho reflexionar. Es increíble como cambian las cosas, de verdad. Nunca me han gustado los días de lluvia, en cambio hoy por hoy los quiero a matar, como a ti. Mira qué casualidad. Que has tergiversado las cosas de una manera, que aún puedo sentirlas aquí, donde duele. Siempre me gustaron los días de sol, sí de ese ojo que brilla en el cielo. Y hoy todo lo contrario. Prefiero los días negros, que me recuerdan al color de tu pelo resbalando por mis manos. A tus ojos, esos en los que tantas veces me miré para peinarme. Porque sabía que esos ojos no me mentirían nunca. Me gustan porque puedo encerrarme en mí, o en un nosotros en pasado. No sé. Y revivirlo todo otra vez, como si fuera un mal sueño del que me levanto a las cuatro de la mañana, para ver si sigues a mi lado. Respirándome fuerte, en toda esta indecisión.

miércoles, 1 de enero de 2014

Stay Strong.

Nunca una frase ha marcado tanto mi vida. Durante todo este tiempo han pasado por mis manos un montón de frases, y por mi mente ya ni hablemos. Pero, solo una ha llegado a significar algo. Pensé que con el tiempo se me pasaría la obsesión que tengo con esa frase, pero me he dado cuenta de que no. De que sigue en mis planes cada día. Que aunque no la llevo donde a mi me gustaría, la tengo escrita por todos lados. Para muchos no puede decir nada, pero para mi lo dice todo. Muchas veces las palabras por si solas no dicen nada, pero si las analizas durante un tiempo; puedes descubrir que dicen más de lo que crees, y que finalmente siempre acaban teniendo razón. Igual que dicen que estamos predestinados a alguien, porque sí; porque las cosas por norma general deben suceder así. Pienso que de igual forma estamos predestinados a que una frase, o simplemente una palabra nos identifique. Las circunstancias de la vida, son las que nos van cambiando y por lo tanto nos van definiendo como persona. Cada uno tiene su forma de ser y de expresarse. Eso mismo hacen las frases o palabras a las que nos atamos, se parecen tanto a nosotros que intentamos tener un vínculo con ellas. Sin saber que desde un principio, son ellas las que intenta vincularse a nosotros; agarrándose a algo por lo que tirar y sacar provecho. La frase que yo he escogido ha sido "mantenerse fuerte". Por un momento no sabía el significado de ser fuerte, o como mucho lo asociaba a las personas que hacen halterofilia. No creía que ser fuerte era, mantenerse en pié a pesar de todas las caídas. Pensaba que solo era cosa de poetas desolados porque se les había acabado la última gota de ginebra, un sábado por la noche. Sé que aún me queda mucha vida por delante, pero si algo tengo claro es que esa frase estará marcada en piel. Puede que no sea hoy, ni mañana. Pero, algún día lo estará.