jueves, 5 de diciembre de 2013

"Exhibo cicatrices como un trofeo"

La ves ahí sentada y dices: joder, como ha cambiado. Apenas la reconozco, de verdad. No parece ella, no sé. Es como si estuviera vacía, que alguien se hubiera llevado esa infinidad que la compone. Supongo que todos en algún momento caemos, y tarde o temprano nos acabamos levantando. ¿Y si esta vez fuera distinto? La he visto caer tantas veces, que me daba miedo a que un día no llegase a levantarse. La conocía mejor que nadie, tanto; que parece que ella y yo fuésemos la misma persona. Suena gracioso, lo sé. Se me hacía raro verla así, vacía me refiero. La vía ahí, de pié, al lado del marco de la ventana; contando los metros que la separan de la caída. Acercándose al cristal para dejar huella de las últimas palabras que pronunció aquel día de invierno, dónde sintió que el pecho se le hacía pequeño a todo eso que sentía. Cada día que pasaba veía como sus ojos dejaban de producir kilovatios de una manera abrumadora y la curva de sus labios se había vuelto como el hierro; dura y fría. Rota era la palabra que la definía mejor. Yo que la había visto crecer, nunca pensé que acabaría así. No soportaba verla como poco a poco se deshacía como las velas que no quieren ser presentes de dolores ni deseos. Dejó de tener ilusión por esas pequeñas cosas, que la formaban; que la hacían sentir grande. Y hoy por hoy sigue ahí, en el mismo sitio donde hace tiempo se estancó. No logro ver más allá de ella, no sé. Es como si fuera como el cristal de un vaso (roto, por supuesto) deja pasar luz a través de él, pero no logra retener nada, o sí. Ella misma formaba parte de un teatro, donde el subgénero por supuesto era el drama. Movían los hilos que la sujetaban al antojo de los demás, sin dejar que ella decidiese la dirección. Se atrevió a jugar a la ruleta rusa, donde el disparo estaba asegurado. Sin saber que esta vez era ella la que tenía la decisión en su mano.

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